viernes, 25 de septiembre de 2015

LA ENFERMEDAD DEL OLVIDO





Hace muchos años cuando era niña, mi padre solía sacarme a pasear casi todos los fines de semana. Era algo común que saliéramos a todos lados, visitábamos parientes lejanos que yo no recordaba y muchos amigos suyos donde entablaban conversaciones que yo no entendía. Era como si el quisiera tener su vida normal pero incluyéndome en ella. Una de esas tantas visitas de gente que no recuerdo bien y de casas que solo visite una vez o máximo dos fue en un barrio del sur de Guayaquil, cerca del hospital Teodoro Maldonado Carbo (es todo lo que recuerdo, yo solo era una niña). La casa era de gente acomodada, o fue mi impresión a mi corta edad, por los cuadros y hermosos jarrones que tenía. Conocí a un matrimonio de cincuentones, con hijos adolescentes. La hija de unos 12 años, (yo tenía como 10) tenía una colección de muñecas Barbie que a mi me había dejado con la boca abierta y alguien que nunca olvide fue al hijo mayor. No recuerdo bien su cara y no recuerdo su nombre pero su sonrisa era encantadora y era muy bromista. Era mayor que la joven y se que ya tenía unos 18 años porque ya conducía y eso tiene mucho que ver con lo siguiente que paso. Almorzamos ahí, pasamos una linda tarde. Al año siguiente, en que los visitamos de nuevo, este joven había muerto. Fue un accidente de auto.

Caí en cuenta de lo ocurrido escuchando la conversación de mi padre con este matrimonio y note que el ya lo sabia de antemano; salimos después con el dueño de la casa en su auto para hacer unas compras al comisariato y el señor iba relatando como había muerto su hijo, en que calle, las circunstancias. "Como quisiera acabar con ese tipo con mis propias manos, así como me quito a mi hijo" dijo de pronto mientras conducía, refiriéndose al hombre que había provocado el accidente; a punto de llorar, apretaba el volante con las manos...yo temía que el hombre choque, inundado por sus emociones. Luego se calmo y nos pidió disculpas a mi padre y a mi, que nos habíamos puesto muy nerviosos.

Quisiera recordar muchas cosas pero no puedo. Cuando se es niño se retienen mas las sensaciones que los nombres y las situaciones. En este caso en particular quisiera poder recordar los apellidos de esa familia, el nombre de la hija menor, visitarlos, saber como están ahora. Preguntarles como hicieron para olvidar, si es que lograron hacerlo. Ellos me agradaron tanto cuando los conocí que lo que les sucedió me entristeció mucho, hasta hoy. Y no puedo recordarlos bien, sin embargo lo que sentí no puedo olvidarlo.
A lo largo de nuestra vida nos relacionamos con mucha gente pero también de con otras personas que no llegan a tocarnos y marcarnos. Quiero pensar que esos que logramos ver solo una o un par de veces y dejaron una huella, un recuerdo imborrable, aparecen como ángeles fugazmente para enseñarnos algo o hacer que pensemos en ellos y los recordemos como algo hermoso, ya que los momentos hermosos suelen ser escasos.

El olvido es a veces una enfermedad. Lo que deseamos recordar, se nos va de la mente. Las cosas dolorosas suelen prevalecer mas tiempo. Por que no puedo recordar, por ejemplo a mas de la sonrisa de ese joven, su nombre o su apellido ? Porque no recuerdo el nombre de su hermana o su mamá que fueron tan amables conmigo ? Por que lo que mas retiene mi mente es aquella frase tan dura de aquel señor al recordar al hombre que chocó a su hijo y le causó la muerte ??

Es tan triste el hecho de que la enfermedad del olvido nos deje las secuelas mas dolorosas muchas veces y se lleve los buenos momentos.

Tal ves esto nos enseña que deberíamos vivir con mas intensidad lo que nos hace felices, para que nunca se nos borre de la mente.

Es la única explicación que se me ocurre.



Con cariño, para todas esas personas que extraño y hoy no se donde están.

lunes, 21 de septiembre de 2015

MIEDO....

Miedo .
A que le temen ustedes ??




Cuando éramos niños, la mayoría le temíamos a la obscuridad. Nadie sabe ni vio nunca al "coco" así que el miedo a ese ente es mas bien un mito urbano mal infundado; también le temíamos a los ruidos raros y fuertes, por ejemplo a los relámpagos. Nuestros padres nos obligaban a temerle a los extraños ("si te portas mal le digo al policía, al de las frutas, al señor de la carretilla, etc, que te lleve")  y a los doctores ("cállate o le digo al doctor que te ponga una inyección") . No se si los niños de ahora, tan metidos en internet donde ven de todo a veces sin control de sus padres y que están acostumbrados a todo le teman aun a esas cosas.
Hay algo a lo que aun le temo y es la película El Exorcista. No hay forma aun de que la vea sola o con las luces apagadas. Temo a las alturas. Me he subido a muchos aviones, no tengo problema con eso, pero si estoy en un balcón o en el piso alto de un edificio y miro hacia abajo, siento un vacío en el estomago y me tiemblan las piernas. Y creo que es todo a lo que temo, cuando me refiero a lo que en realidad no puede hacerme daño y esta solo en mi imaginación. Por que existen otros motivos para temer.


La mayoría de nosotros tenemos miedo de la gente y con razón. Tememos a lo que dicen de nosotros, manejamos nuestra vida en base a las opiniones de los demás por que, lamentablemente es inevitable. Algunos hemos tratado de no dejarnos dominar por la crítica pero esta tan arraigada a nuestra cultura que por evitarla terminamos cayendo en el juego de los demás y haciendo, básicamente, lo que ellos esperan ver.

Trabajé en un lugar por las tardes donde la jefa de área me decía siempre "doctora, use mandil. Usted se ve muy joven, no parece doctora. Hay que ser y parecer".

Aquello no me hubiera molestado si no me lo hubiera repetido varias veces, a cada momento. Y muchos de mis colegas en ese lugar, hombres y mujeres no usaban el mandil blanco, así que me parecía innecesario. Luego supe, como siempre se riegan los chismes, que ella sentía que las mujeres jóvenes íbamos ahí a coquetear. Sinceramente hubiera preferido que me diga la verdad y no que me la solape con tonterías haciéndome sentir inexperta y tonta.




El temor a las críticas no deja que nadie avance y se estanque en una forma de actuar que no siempre es la correcta. Las críticas evitan que la gente sea emprendedora y espontánea y que busquemos una mejor forma de hacer las cosas. El temor a lo que dicen de otros, no nos deja superarnos porque la mayoría de esas críticas son realizadas a nuestras espaldas y no frente a uno, cuando esta última es la estrategia correcta para que las usemos a nuestro favor. Si tu jefe directo te dijera siempre en tu cara "mira Fulano, creo que tu trabajo es mediocre y no das lo suficiente. Los clientes se quejan de ti, tu debes hacerlo mejor, hazlo de tal o cual forma" tu sentirás que te agitan el mundo y que te lanzan de una bofetada al piso pero lo  siguiente que pasará es que lo harás mejor. Cambiarás invariablemente. Claro, eso si tienes la suficiente madurez  para aceptar tus errores y no ser tan "sobrado" como para "resentirte".
SI es posible sobrevivir a las criticas constructivas, aunque nos duelan u ofendan

Pero sin embargo, lo que pasa casi siempre es distinto. Si estas haciendo mal algo, como te enteras ?? Lo escuchas como un chisme de pasillo. Y cuando llego al pasillo, llego distorsionado y lleno de otras mentiras, además de las risitas mal intencionadas de la gente que te lo contó. Ahí radica el problema de la mediocridad porque ese mal comentario solo logra llenarte de mala vibra y dudas sobre tu calidad profesional. Eso sin contar que muchas veces el chisme incluye meterse en cosas de tu vida personal o tu forma de ser fuera del trabajo, que no son ciertas la mayoría de las veces y que aunque lo fueran no tienen porque ser de la incumbencia de nadie mas. Pero desgraciadamente así se manejan muchas compañías y empresas, con poca seriedad y en base a los chismes que son escuchados por los superiores. Es una lastima.
Pésima costumbre y muy atribuida a las mujeres, es el destruirse unas a otras con chismes y cuentos.  

Si, además de a El Exorcista, a las alturas y a veces a la soledad, le temo a la maldad de la gente. A quienes critican tu vida por envidia, a quienes cuestionan tus acciones sin ver las suyas primero y a quienes señalan con sorna o burla tus problemas sin además ofrecerte una solución a los mismos. Eso es a lo que mas le temo en la vida, porque a este tipo de gente aunque quieres combatirla no puedes hacerlo solo pues generalmente consiguen otros aliados de su misma naturaleza y son una legión muy grande. Muchas veces terminan venciéndote y tu, por salud mental, te tiendes que retirar a buscar otros horizontes.

Pero si crees firmemente que no eres uno de ellos, alejarte es lo mejor. Y a la vez, ir identificando en tu nuevo rumbo a otros como tu para hacer un grupo cada vez mas grande. Puede que un día, esa nueva legión de personas que no critica destructivamente, que enseña y ayuda y no solo cuestiona, que cree que si se puede cambiar la mentalidad mediocre de las personas en beneficio de todos, llegue a dominar el mundo y el chismoso crónico, el envidioso y el mediocre lamebotas sean desterrados de nuestra cultura.

Teme a la gente y a sus prejuicios. Ellos hacen mas daño que la obscuridad.

- Esta entrada va dedicada a todo aquel que un día hablo a espaldas de alguien o que miro la paja en el ojo ajeno sin ver la viga en el suyo. Felicidades. Con su acción solo dieron un paso atrás en la vida; pero siempre estarán tiempo de enmendar las cosas-